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Aunque existen muchos factores de riesgo, el cáncer de piel suele estar causado por la radiación ultravioleta. La exposición excesiva a esta radiación es la causa ambiental más común de todos los tipos de cáncer de piel.
Los dos tipos principales de radiación ultravioleta a los que se está expuesto, alcanzan la piel hasta una profundidad diferente según el tipo. El daño que producen los rayos ultravioleta sobre el ADN y los tejidos es proporcional al tiempo y la intensidad con la que alcanzan la piel, y es diferente según el tipo de piel de la persona que los recibe.
En el mejor de los casos, la exposición excesiva acumulada es la causante de la aparición de arrugas y del envejecimiento de la piel.
En el peor de los casos es el causante de la aparición del cáncer de piel.
La exposición limitada al sol es buena para las personas. Los rayos UV-B estimulan la producción de vitamina D3, que es importante para gozar de buena salud, para el crecimiento y para el desarrollo de los huesos y posiblemente para otras muchas funciones del cuerpo. La mayoría de la vitamina D3 se obtiene de la exposición al sol, no obstante, es suficiente una pequeña dosis de sol al día para tener unos niveles óptimos.
Aunque el sol nos hace sentir bien (de ahí la popularidad de los baños de sol), el daño que causa cuando se recibe en exceso a la piel y al organismo supera con creces los beneficios de sentirse bien a corto plazo.
El daño que el sol causa a la piel es permanente. Aunque las quemaduras solares desaparecen, los cambios que han producido en la piel permanecen, aunque no necesariamente de forma visible. Cada periodo posterior de exposición excesiva añade además daño al sistema inmunitario local y al material genético de la piel.